SEMBLANZA DE UNA GRAN MUJER, JOAN HUNT OBE

Para entender la grandeza de Joan Hunt es preciso remitirnos a su historia personal antes de retirarse a una merecida jubilación anticipada en la Costa del Sol.

Quiero que conozcáis a la Joan niña, hija, estudiante, esposa, aprendiz, trabajadora, directiva, y, por último, la Joan líder, de la gran empresa solidaria que es la Fundación Cudeca.

Joan Hunt, nació un 5 de enero de 1929, en Liverpool. Era la octava hija de una familia de nueve hermanos, de los que Joan es hoy día la única superviviente. Sus padres, obreros humildes y fervientes católicos, habían nacido en Irlanda.

La pequeña Joan conoció pronto la parte dura de la vida. A los dos años contrajo una grave enfermedad y comenzó un proceso médico que marcaría toda su infancia. Afectada por una severa artritis séptica, la infección le dañó la cadera, lo que obligó a someterla siendo muy niña a varias operaciones que le supusieron una hospitalización casi permanente hasta los seis años, y una cojera de por vida.

En 1937, a los 8 años, la familia se trasladó a las afueras de Londres, donde había más oportunidades de trabajo para el padre. Cuando estalló la II Guerra Mundial Joan tenía solo diez años, y su madre decidió enviarla fuera de la capital, al campo con sus tíos y sus primos.

En 1943 regresa a Londres, con la ciudad todavía en guerra. Porque su madre, que debía ver con claridad el brillo de la inteligencia de su pequeña hija, y a pesar de la falta de recursos en casa, buscó la manera de que pudiera tener una formación orientada a una profesión que le permitiera abrirse puertas y valerse por sí misma. Así, con 14 años, le pagó unas clases particulares para aprender secretariado, contabilidad, taquigrafía y mecanografía, lo que a los 16 años le permitiría encontrar su primer trabajo en una empresa familiar de artículos de piel y cuero, como aprendiz, siendo sus primeras tareas: preparar el té y hacer recados.

Pronto empezó a hacer funciones de taquígrafa y mecanógrafa y finalmente, llegaría a participar en la gestión, la contabilidad y en las actividades comerciales del negocio.

Pero fue a sus 16 años también cuando falleció su madre con solo 54 años, debiéndose hacerse cargo del cuidado de la familia, además de trabajar.

A pesar de su afección de cadera, Joan se esforzó por superar sus limitaciones y por hacer la vida de una chica normal de su edad, le encantaba bailar, y fue en un baile, conoció a su futuro marido, Fred. Tampoco este episodio sería tan fácil y feliz para Joan como habría podido desear. Su decisión de casarse con un hombre divorciado y bastante mayor que ella, le supuso la ruptura con su familia, a causa de su profunda convicción católica.

Pero ella siguió adelante con su vida, con su marido, Fred, su vida social en Londres y su trabajo. Y tras 16 años en aquel pequeño negocio cuando ya tenía 32 años, y mucha experiencia, decidió que tenía que dar un paso más, cambiar de empleo y sacarle más partido a su potencial, algo que no compartían sus antiguos jefes, que creían que nadie la iba a querer contratar.

Así fue como en 1961 comenzó a trabajar en Berger Paints, una gran multinacional. Sus habilidades le fueron reconocidas en seguida y a los seis meses ya era ayudante personal del Director General. Gracias a su valía y a su dedicación, no dejó de progresar en la empresa.  Así, en 1974, en un mundo que aún no dejaba mucho espacio a las mujeres en el ámbito empresarial, llegó a ser nombrada Jefa de Administración de Personal. Su trabajo consistía en gestionar la administración y las nóminas de ocho fábricas en Gran Bretaña, de un total de 14.000 trabajadores. Joan Hunt se convirtió así en una de las poquísimas mujeres que en esos años ocupaba un puesto de alta dirección.

Del resto de su vida conocemos más detalles: su retiro temprano y su jubilación en la Costa del Sol. Y un nuevo revés, la enfermedad y fallecimiento de su marido Fred por un cáncer. La enfermedad que le arrebató a su marido no consiguió acabar con su ánimo.

Al contrario, despertó en ella una fuerza positiva y solidaria, que se convertirá en el motor de algo tan maravilloso, como su vocación de ayudar a los demás al final de la vida, cuando a los 65 años y contra todo pronóstico, una inglesa que no conocía a mucha gente en Málaga, que no hablaba el idioma y que no disponía de recursos, decide crear y poner en marcha este increíble proyecto llamado FUNDACIÓN CUDECA.

Joan siempre recuerda el día que volvió al Hospital de la Cruz Roja, tras el fallecimiento de Fred, a visitar al médico que los atendió, Marisa Martín, y hablaba del cambio dramático que le había supuesto a Fred, y también a ella, el haber sido finalmente atendidos en la pequeña Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de la Cruz Roja de Málaga, que acababa de inaugurarse. Le dijo que ella había decidido dedicar el resto de su vida en mejorar la asistencia a los enfermos con cáncer, y sus familias, e invitó a la doctora a que le acompañara en ese viaje. Joan inspiraba determinación y capacidad de conseguir lo que se propusiese.

Con la ayuda de su tenacidad, su pasión y su tremenda experiencia en gestión, hizo realidad el sueño Cudeca, que bien vale el esfuerzo dedicado de estos veinte siete años. En vez de disfrutar de su bien merecido retiro, vivió una segunda vida laboral más intensa que la primera, que, a día de hoy, a sus 90 años, aun continua.

Ahora espero que conozcáis un poquito mejor a Joan, el relato de las dificultades de su vida conmueve y muestra a esta mujer como un ejemplo de superación. Joan se ha aferrado siempre a lo positivo y ha sabido siempre sacar partido a las oportunidades que se le han presentado en la vida.

Joan Hunt es un ejemplo del poder de la voluntad, es un ejemplo constante de compromiso social, moral, intelectual. Ella cree ciegamente en la fuerza de la colectividad, de la comunidad, la entrega social.  Inspira con su ejemplo a centenares de voluntarios, tiende puentes de colaboración a toda la sociedad. A ciudadanos de a pié. A las instituciones públicas y privadas. A deportistas. A artistas.

Gracias a todos ellos Cudeca existe y cuida, alivia y acompaña cada año a más de 1.500 personas en la etapa final de la vida.

Ella ha luchado por esto, con toda la fuerza y toda la dedicación, haciendo suya una frase que le gusta repetir: Una visión sin acción es solo soñar despierto, y una acción sin visión es como una pesadilla.  Ella consiguió aunar las dos cosas, la visión de un centro donde hacer más fácil el momento más difícil, y su capacidad para pasar a la acción y convertirlo en realidad.

Los tiempos que nos han caído en suerte, necesitan de personas como tú Joan Hunt, tu inspiración, tu valor, tu empeño y tu espíritu emprendedor y alegre.

Nos has demostrado con hechos lo que significa apostar por los demás, por la gente; invertir en la dignidad de las personas a base de esfuerzos, y recoger al final una sociedad más justa, ilusionada y feliz.

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