El coste de los cuidados en las mujeres: peor salud, menos ocio y mayor riesgo de pobreza en Andalucía

Los cuidados que millones de mujeres asumen en sus hogares tienen un coste en su propia salud, pero también en otras esferas de su vida, como en la parte laboral, económica, social y personal. Esta es una de las principales conclusiones que arroja la publicación ‘Los cuidados y la salud de las mujeres’ que el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) ha lanzado en el entorno  del Día Internacional por la Salud de las Mujeres, que se conmemora cada 28 de mayo.

En este nuevo número de la colección ‘Cuadernos para la salud de las mujeres’ se profundiza en la definición de cuidado, la desigualdad en la distribución del mismo, el coste en la salud, así como en la necesidad de replantearse la corresponsabilidad para abordar este problema. Así, se destaca que el llamado cuidado informal, que se desarrolla fundamentalmente en el ámbito del hogar, tiene un papel sumamente importante dentro del sistema de atención a la salud. La evidencia demuestra que esta responsabilidad no recae por igual en todos los miembros, sino que son las mujeres del núcleo familiar las que mayoritariamente la asumen.

Así se establece que el perfil de la persona cuidadora en España y en Andalucía es el de una mujer (en tres de cada cuatro casos), con una media de edad de entre 45 y 64 años, casada, con estudios primarios o inferiores, que suele ser la hija o la pareja de la persona dependiente a la que se cuida. Asimismo, se indica que las mujeres acumulan más años de cuidado y cuidan un promedio de 12,3 horas diarias frente a las 10,7 dedicadas por los hombres. Pero además de dedicar más horas, las mujeres asumen las tareas más intensas de los cuidados. Así, las mujeres asumen en mayor medida que los hombres las tareas de asistencia personal en actividades de la vida diaria, como ayudar a comer, a vestirse o a realizar el aseo personal. Los hombres predominan en la realización de las tareas de movilidad física dentro del hogar y en las de cuidado fuera de este espacio, como ir al médico, hacer gestiones o ayudar a utilizar el transporte público, tareas que se asocian a un menor impacto en la salud.

A este respecto, la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, Laura Fernández, explica que “las mujeres asumen el rol de cuidadoras como parte de su identidad de género y lo afrontan de manera más intensa que los hombres, realizando solas las tareas más pesadas y que más afectan a su salud y a su calidad de vida”. Y esto tiene consecuencias: la salud de las mujeres que cuidan se ve más deteriorada que la de los hombres. Ellas presentan peor salud general, más dolor y malestar, más enfermedades crónicas y hábitos de vida menos saludables, como escaso ejercicio físico, mala alimentación o un descanso insuficiente. Además, el cuidado se asocia a una mayor frecuencia de problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y estrés.

Unos efectos que van más allá de la salud. Según la última Encuesta de Discapacidad de España, el 62% de las mujeres que cuidan y el 48% de los hombres cuidadores han tenido que reducir su tiempo de ocio. Además, la imposibilidad de plantearse trabajar fuera de casa se presenta en las mujeres con una frecuencia superior en veinte puntos porcentuales a la de los hombres (28% y 9% respectivamente). Igualmente, esta brecha de género es de cinco puntos porcentuales en el caso de las personas cuidadoras que han tenido que abandonar un empleo para cuidar (12% en mujeres, 7% en hombres).

El impacto laboral y económico de cuidar no solo se evidencia a corto plazo, sino que tiene también consecuencias en la vida de las personas que cuidan a más largo plazo. El abandono de empleo o la imposibilidad de acceso a él, tiene consecuencias en la disminución de los derechos a prestaciones sociales en un futuro (como las pensiones contributivas), reduciendo así la capacidad adquisitiva de las personas que cuidan incluso cuando ya no tienen que responsabilizarse del cuidado. Se ha evidenciado que las personas cuidadoras en edad activa, sobre todo las mujeres, tienen un mayor riesgo de caer en la pobreza y de tener una mala salud.

En el cuaderno también se reflexiona sobre la necesidad de reformular el sistema de cuidados hacia una mayor corresonsabilidad. “Es obvio que no podemos seguir manteniendo la expectativa de que las mujeres nos seguiremos dedicando en exclusiva a los cuidados. Es urgente provocar un cambio hacia la corresponsabilidad social, que no solo incluya la participación de los hombres, sino de toda la sociedad”, incide. Asimismo, Fernández subraya que “esta temática cobra especial importancia en estos momentos, cuando la crisis originada por el COVID-19 ha puesto de manifiesto el desigual reparto de las tareas y los cuidados en los hogares, que recaen mayoritariamente en las mujeres”.

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