LORENZO SILVA PRESENTA “DONDE LOS ESCORPIONES” EN FNAC MARBELLA Y FNAC MÁLAGA
Los próximos miércoles 15 y jueves 16 de junio Lorenzo Silva regresa a los Fórum de Fnac Marbella (20h) y Fnac Málaga (19h), respectivamente, para presentar “Donde los escorpiones”, noveno caso del popular guardia civil Bevilacqua tras los celebrados “La marca del meridiano” (Premio Planeta 2012) y “Los cuerpos extraños” (2014).
En esta nueva entrega, el subteniente tendrá que resolver su primer caso fuera del territorio español. Será, nada más y nada menos, que en la base de Gozareh, a 15 kilómetros de Herat, en Afganistán. Para ello, contará con la ayuda de su inseparable compañera, Virginia Chamorro, ya convertida en sargento primero, con su fiel delfín el cabo Juan Arnau, y la eficiente agente Claudia, con la que Chamorro no se lleva particularmente bien.
Con “Donde los escorpiones” Lorenzo Silva se supera a sí mismo. A sus logrados y ágiles diálogos y su envidiable ritmo, se le suma una buena dosis de tensión y acción extra, una contundente materia prima que alimenta la trama y pequeños detalles que le dan verosimilitud.
Para la redacción de esta novela, el autor pasó una intensa temporada en 2014 en la base española de Camp Arena en Herat, Afganistán, donde está ambientada. Base desde la que Silva envió numerosas crónicas y reportajes, en la que conoció la zona y el conflicto talibán de cerca y se hizo una idea bastante acabada de la vida en el frente, con sus luces y sombras.
En suma, más que una novela negra atrapante y bien construida, “Donde los escorpiones” es un riguroso fresco, un retazo de la vida real en una las zonas de conflicto más calientes de la actualidad, que no dejará impasible a ningún lector.
La entrada a los Fórum de Fnac Marbella y Fnac Málaga es libre y gratuita hasta completar el aforo.
El autor
Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito,
entre otras, las novelas La flaqueza del
bolchevique (finalista del Premio Nadal
1997), Noviembre sin violetas, La sustancia
interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre
de los nuestros, Carta blanca (Premio
Primavera 2004), Niños feroces, Música para
feos y la Trilogía de Getafe.
En 2006 publicó junto a Luis Miguel Francisco Y al final,
la guerra, un libro-reportaje sobre la
intervención de las tropas españolas en Irak y
en 2010 Sereno en el peligro. La aventura
histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Además, es autor de
la serie policíaca protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro,
iniciada con El lejano país de los estanques (Premio Ojo Crítico 1998) y a la
que siguieron El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La niebla y la
doncella, Nadie vale más que otro, La reina sin espejo, La estrategia del
agua, La marca del meridiano (Premio Planeta 2012) y Los cuerpos extraños.
Sinopsis
Con más de 30 años de experiencia en el Cuerpo sobre sus hombros, pasados
los cincuenta y puede que algunos quilos de más, el sabueso Rubén
Bevilacqua –Vila, para quienes lo tratan a diario– de la UCO (Unidad Central
Operativa) en Madrid ya no está para muchos trotes. Acumula una buena dosis
de escepticismo a cuestas y su falta de vocación de mando sigue intacta, así
como su afición a tocarle las narices a los superiores.
Sin embargo, Vila ostenta el grado de subteniente en el escalafón de la Benemérita Guardia Civil.
El olfato del que algún día se graduó de psicólogo –“en otra vida”, suele decir–,
sus capacidades y logros lo han llevado hasta allí. Y puede que ahora le
deparen el caso más difícil y peligroso de toda su carrera.
Cuando bucea en submundo de la droga, en una operación en el infernal barrio
de chabolas de Ciudad Real, recibe una llamada del general Pereira con un
singular encargo. Un militar español ha sido asesinado en la base de Gozareh,
a 15 kilómetros de Herat, en Afganistán, y Vila es el elegido para resolver ese
crimen, en virtud de la condición de policía militar de la Guardia Civil, a 6.000
kilómetros de su habitual campo de acción. El Hércules despachado ex profeso
para llevarlo a destino, junto a su equipo de tres agentes que deberá escoger,
parte en 48 horas.
Bevilacqua escoge por supuesto a su inseparable compañera, Virginia
Chamorro, ya convertida en sargento primero, a su fiel delfín el cabo Juan
Arnau y la eficiente agente Claudia, con la que Chamorro no se lleva
particularmente bien.
Y el caso no tiene buena pinta, porque la víctima, el sargento primero de
infantería Pascual González, es toda una pieza. Vila y Chamorro antes de
embarcarse visitan a su viuda, la abogada Violeta Solozábal, que no lamenta
en absoluto su muerte. Las pasadas misiones en Irak habían cambiado tanto al
hombre con el que se casó y tuvo dos hijos, que recientemente se había visto
obligada a pedirle el divorcio.
Pero lo que es peor es que el sargento fue degollado dentro de la base, en una
barraca de esparcimiento, a media tarde, con un Lohar, una pequeña hoz que
los afganos utilizan para cegar amapolas. La materia prima para sintetizar la
heroína con la que Bevilacqua lidiaba cuando le cayó este caso. Y las
posibilidades de un atentado de un talibán infiltrado en el campamento son tan
remotas como las de suicidio.
Y eso no es nada comparado con los resultados de las primeras pesquisas, ya
sobre el terreno, bajo el tórrido y polvoriento verano afgano, de Vila y su
equipo. Investigación en la que deberá lidiar no sólo con eventuales ataques de
mortero o la peligrosa amenaza exterior, si una pista lo lleva fuera de los límites
de la base; sino también con los intrincados protocolos militares de
procedimiento y las limitaciones diplomáticas de actuación en un recinto donde
se superponen distintas cadenas de mando y tropas de distintos países en el
marco de la misión de la ISAF (siglas con la que se conoce la intervención de la
OTAN en Afganistán).
El militar asesinado formaba parte de la Force Protection, el cuerpo encargado
de la seguridad de la base que pronto relevaría a las tropas italianas de dicha
función, y no era muy bueno haciendo amigos, más bien lo contrario. Pascual
González compartía destino con un par de enemigos, el sargento Bernabé del
Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el brigada Montoro, con el que había
sobrevivido de la sangrienta emboscada de Latifiya, Irak, de 2003, donde
cayeron siete agentes del CNI.
Para no mentar sus líos de faldas en la misma base –o más correcto sería decir
de pantalón camuflado, porque la exigencia y el desempeño castrense de la
mujer en nada se diferencia del sexo opuesto– porque incluso la víctima puede
que tuviera algún muerto en el armario. De allí que Bevilacqua no podrá
descartar ningún móvil del crimen, ni siquiera los personales, en una
investigación que lo llevará a un desenlace tan desconcertante como
inesperado.
De eso va Donde los escorpiones, el noveno caso del popular guardia civil tras
los celebrados La marca del meridiano (Premio Planeta 2012) y Los cuerpos
extraños (2014). O noveno título de la serie, si se cuentan los cuatro relatos
negros protagonizados por Bevilacqua, reunidos en Nadie vale más que otro
(2004).
Como sea, se trata de un verdadero tour de force narrativo con el que Lorenzo
Silva se supera a sí mismo. A sus logrados y ágiles diálogos o su envidiable
ritmo, se le suma aquí una tensión que ceja y buena cuota de acción extra,
pese a que los años no pasan en vano para su sabueso y su estado físico deja
un tanto que desear.
Pero sobre todo, Donde los escorpiones es una novela negra que destaca, más
allá de su impecable factura literaria, por la contundente materia prima que
alimenta la trama y los pequeños detalles que le dan verosimilitud –la sangre
del relato, que diría Nabokov–. Una materia prima que viene sin mediaciones
del terreno de la no ficción y de la experiencia directa en primera persona.
Lorenzo Silva pasó una intensa temporada en 2014 en la base española de
Camp Arena en Herat, Afganistán, donde se ambienta la novela, poco antes del
repliegue de las tropas de su país, al finalizar el 3l de diciembre del mismo año
la larga misión de la ISAF. Base desde la que el escritor envió numerosas
crónicas y reportajes, en la que conoció la zona y el conflicto talibán de cerca y
se hizo una idea bastante acabada de la vida en el frente, con sus luces y
sombras.
Y ese trasunto testimonial se refleja con contundencia tras cada línea de la
novela. En especial en lo que se refiere al lugar y el desempeño de la mujer en
los cuerpos militares del siglo XXI. Un papel en todo equiparable al del hombre
en cada una de sus facetas y exigencias por igual. En suma, más que una
novela negra atrapante y bien construida, Donde los escorpiones es un
riguroso fresco, un retazo de la vida real en una las zonas de conflicto más
calientes de la actualidad, que no dejará impasible a ningún lector.
Algunos fragmentos de la obra…
“—Quien teme morirse se muere varias veces al día, todos los días de su vida.
Quien no, se muere cuando le toca y ya está.
En su sencillez, me pareció entonces una síntesis de sabiduría, y más aún en
contraste con la palabrería desaforada y vana que todavía tenía reciente en mi
mente tras mi paso por la facultad. A lo largo de mi vida la sentencia de aquel
soldado al que no conocí me ha acompañado como el asidero al que volverme
en cualquier situación que pudiera implicar algún peligro.”
“—Los perros de presa no tenemos amigos. Los perdemos al cabo de los años
y las dentelladas.”
“—De lo que pasaba por su cabeza no tengo ni idea. Él no contaba nada, de lo
de Irak, digo, así que traté de averiguar preguntando a sus compañeros, los
que habían estado con él allí. No me lo pusieron muy fácil, porque hay una
regla no escrita a la que más o menos se atienen todos. «Lo que ocurre en
zona de operaciones, se queda en zona de operaciones». Así es como dicen,
si no lo estoy citando mal.”
“Caminamos junto a los demás unos veinte metros y al llegar a una encrucijada
ellos tomaron hacia la derecha y nosotros hacia la izquierda. Aquel punto
estaba señalado por una curiosa escultura metálica. Representaba un escorpión
negro del tamaño de una persona, poco más o menos, rodeado de un
doble círculo en el que se leía, en la parte superior, «Camp Arena FSB Herat»
y en la inferior, «Afghanistan». En el círculo se hallaban inscritas tres banderas:
la italiana y la afgana, juntas en el lado derecho, y la española, sola al otro
lado. (…)
—¿Y ese escorpión? —no pude evitar preguntar.
—El escudo de la base. Ese es su nombre oficial: Camp Arena FSB Herat. FSB
de Forward Support Base, o base de apoyo avanzado. Lo del escorpión es
porque cuentan que cuando la montaron, esto era un arenal inhóspito donde
sólo vivían escorpiones. Cientos de ellos. Hubo que hacer una buena limpieza
para que pudiera ser habitable”.
“—¿Hay mujeres militares afganas?
—Ya lo creo —confirmó Pardo—. Suboficiales y oficiales incluso. No sé de
dónde sacan a esas mujeres. Hay que ser muy brava para ponerse un uniforme
en un país donde lo que se espera de una mujer es que acepte quedar
reducida a la condición de ganado, o de animal doméstico en el mejor de los
casos. El hecho es que las hay.”